Flower, un estudio de diseño de juegos local, se encuentra a punto de cerrar. Después de que su primer lanzamiento resultó ser una completa decepción, el estudio ahora está luchando para llegar a fin de mes. Los empleados de esta empresa exclusivamente femenina necesitan desesperadamente manos adicionales que les ayuden a terminar un nuevo proyecto a tiempo. La pasión de Tomoya Mochizuki son los juegos eróticos o "erogames". No puede escribir escenarios ni programar, y sus habilidades artísticas son francamente terribles. Sin embargo, debido a su gran experiencia en el campo, Nene Sonono, director de Flower, decide contratarlo como consultor. Lo primero que señala Tomoya es que los empleados de Flower no tienen experiencia sexual; por lo tanto, sus escenarios y escenas de sexo carecen de experiencia profunda y de primera mano. Ansiosas por aprender y desarrollar sus habilidades profesionales, las chicas se embarcan en un curso intensivo para captar la esencia de los erogames. Bajo la atenta mirada de Tomoya, exploran aguas de placer sexual previamente desconocidas, todo por el bien de la supervivencia de la empresa.